jueves, 28 de octubre de 2010

Paranoica por un día

Ya me gustaría estar en la exosfera del Bien y del Mal como Zaratustra-Dragó. Desgraciadamente no soy una pervertida disfrazada de intelectual; sino que como la mayoría de mis semejantes, estoy intoxicada por las mentiras, transcendidas en opinión pública, deambulo en trance hipnótico dentro ‘del delirio de masas’, y bastante tengo con respirar. Pero ayer, no sé si por las lecturas de los confidenciales o porque sentí los ojos del jefe taladrándome el cogote, me dio un brote crítico-paranoico.

No entiendo por qué es tan peyorativa la paranoia. Después de mi experiencia aconsejo a todos los mandangos que al menos un día al mes, o en su defecto el día anterior a las elecciones, se dejen llevar por ella; nos hace poderosos, insumisos, y ocupamos el lugar de dios al convertir lo implícito en explicito. Caerán como buitres para convencernos de que es un artificio de la mente, pero oídos sordos, ya vivimos de ficciones de libertad e ilusiones democráticas. Y sobre todo, a los medios de comunicación ni caso, ellos son los camellos que nos narcotizan.

Ayer el núcleo duro informativo fue las negociaciones del Gobierno con ETA. Cuando no se tiene nada que ofrecer a la sociedad, cuando no se es presidente de nada y sólo una marioneta, queda distraer al personal con fuegos artificiales; pero no tiene en cuenta Casper de la Moncloa que para los ciudadanos, ETA ocupa el cuarto lugar en sus preocupaciones y “no tenemos prisa”, como bien dice Mapi de las Heras. ¡Qué en un golpe efectista consigue ser el Príncipe de la Paz! ¡Y! También lo fue Godoy y murió en el destierro.

Allá los aprendices de Mad Men con sus trolas. Ahora, qué los sagaces, experimentados y fuenteados gacetilleros se hayan pasado el 27 de octubre, y lo que te rondaré, dándole al tema, es estar en la Luna de Valencia. Mientras saltan a la comba con el Gobierno, pasan de puntillas sobre las declaraciones que hizo anteayer el Director Ejecutivo del Banco Santander, Emilio Botín; ante los principales empresarios de Mandanga, el financiero avisó de la futura reforma del Estado de las Autonomías y de terminar con las Cajas de Ahorros, que parece ser le estorban. Y cómo los plumillas son incapaces de sumar dos más dos, no ven signos de coincidencia entre las declaraciones y la audiencia privada que ayer concedió el Borbón al jefe de Botín, Laurence Fink, presidente, consejero delegado de la mayor gestora del mundo, BlackRock, y segundo accionista del Santander con el 4,775% de las acciones, el primero es Capital Resarch and Management Company con el 5,004%, los botines tienen el 2% (tanta perorata y lo único que hay de patrio en el banco es la sede social).

¿A qué viene Laurence Fink, uno de los que más han ganado con la crisis estadounidense? ¿Qué se trajina con su lugarteniente en Mandanga? ¿Casper está en los fogones del poder globalizado o está en el txoko meneando el bacalao al pil pil con Otegui? ¡Dios, aparta de mí este cáliz! ¡Aire, aire!

lunes, 25 de octubre de 2010

Sense and Sensibility

Es falso de toda falsedad que los hombres no lloran. Quizá esta afirmación, dicha a bocajarro, contradiga el refranero popular y los incalculables estudios psicológicos, empeñados en demostrar las diferencias entre los sexos; informes que toman como pruebas irrefutables el surrealismo de encuestas hiperbólicas. Hace poco leí que los hombres mojan pestaña 17 veces al año y nosotras 64. ¿Por qué 17 y 64, y no 38 y 27 o 69 (qué es más igualitario)? Esa rotundidad en el número hace que desconfié del tratamiento científico. Lloran y mucho. Lo sé, porque no hay nada como la propia experiencia para rebatir cualquier chorrada que nos pretendan vender. Yo, replicante, he visto las lágrimas de mi padre confundirse con las mías al morir el abuelo de Heidy; y a mi hermano abatido, hipar con los melodramas de Douglas Sirk. Pura cuestión de humanidad y no de multiculturalismo de género.


Nuestra Marianne Dashwood demostró que también los hombres hacen pucheros, que él es incapaz de disimular el sufrimiento. ¿Pero por qué llora el lindo Moratinos? ¿Cuándo se ha visto a un diplomático no sujetar sus emociones? ¿No es tierno? ¿No os dio pena verlo indefenso, tan poquita cosa? Dicen que no se lo esperaba, dicen que le hubiera gustado acabar al mismo tiempo que su maestro (el atolondrado Casper de la Moncloa), algo así como un entierro vikingo; dice que fue por las “vivencias”, dice que nada tuvo que ver el “aferrarse al cargo”. Qué digan y diga… Yo sólo veo a un ser extremadamente sensible, acongojado por la desaparición de su oronda figura en los saraos internacionales y en la escena mediática. ¡Pobre! Espero que le den, ya, algún puesto en la ONU o en la UE, acorde con su valía justiciera.

Sensatez y sentimiento no deben ser antagónicos, al menos eso defendía Jane Austen al final de su novela. Sin embargo, no sé de qué materia están hechos los políticos que convierten lo que no debería ser nunca un dilema, en una peliaguda elección −a excepción de Casper que carece de ambas y, además, lleva escrito en la boca uno de los síntomas de la estupidez: la sonrisa perenne−. Ex Moratinos carece de cualquier sentido, entre ellos el sentido común, para llevar la causa Mandanga fuera de nuestras fronteras; pero a sensibilidad gazmoña no le gana nadie, la empatía quijotesca le supura a chorros, es un luchador infatigable contra la iniquidad, y un paladín sin freno de los débiles, llámense: Fidel Castro, Hugo Chaves, Arafat Mohamed VI.

Si te sirve de consuelo, querido ex: la vida sigue más allá de la bancada azul.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Cuestión de semejanzas

A primera vista lo que entendemos por ‘ciencia’ o para ser más precisa ‘ciencia experimental’ avanza con tal rapidez, que el gato de Schrödinger, de tanto entrar y salir de la paradójica caja, está desquiciado. No se puede decir lo mismo de las diferentes tipologías del político, desde los Tholomeos —por poner un momento histórico—, pasando por el Directorio, hasta llegar a la actual Remodelación del Entusiasmo, éstas no sólo no evolucionan, sino que están amojamas. Tomemos la figura de Joseph Fouché, ministro de la Policía a principios del siglo XIX en Francia, hombre intrigante, que utilizaba la información, la mierda de los demás en beneficio propio, el traidor más ruin de la época moderna, acabó con Luis XVI, con miles de personas en Lyon, con Robespierre, y con quien se interpusiera en su camino, pasaban los años, los regímenes y ahí seguía, siempre en segunda fila, temido por todos, incluido Napoleón.

 ¿Creemos que esta figura política es anacrónica, qué no puede darse en la democracia avanzada del XXI? Craso error. Ahora tomemos al apolíneo (algunas hembras están más desquiciadas que el gato del primer párrafo) Alfredo Pérez Rubalcaba. Apenas encuentro diferencias entre los caracteres de ambos personajes. La primera, de Pérez no se puede decir que sea ‘traidor’ a la causa de su partido, al revés es de una lealtad a prueba de GAL, traicionará a Mandanga, pero a las siglas nunca, jamás. La segunda, a Fouché no le perdió la vanidad, se conformó con estar a la sombra; no así Pérez, que comienza a desarrollar la patología del reconocimiento social. Por lo demás, son almas gemelas: ministros de la policía, apasionados por entretejer maquinaciones en las cloacas, estrategas en el arte de retener y manifestar la información cuando les conviene, se hacen necesitar, conocen todos los secretos, y son seres flotadores en las tormentas.

Pasaba por alto la diferencia fundamental. Fouché vivió en una época de hombres de pensamiento, de hombres de acción que rompieron estructuras; él era uno entre ellos, aunque fuera —según Stefan Zweig— “el genio tenebroso”. Pérez no pasa de tuerto en el reino de los ciegos o de una caricatura de Perfectus Detritus (homenaje a Uderzo y Goscinny).

El pasado domingo en Ponferrada, Casper de la Moncloa despreció al pueblo, y le arrebató la poca dignidad que le quedaba con esta frase: “ahora la opinión pública cambia muy deprisa”. Quién mejor para este cambio rápido que Rubalcaba, ministro de Interior, Vicepresidente Primero y Portavoz del Gobierno. Pobre Caperucita Soraya, el Lobo Feroz se la zampará de un bocado.

Ojito con el dedo que se te escapa

domingo, 17 de octubre de 2010

Misterio en el Museo del Prado (desenlace)

Un cronista debe dar cuenta exacta de los hechos tal y como suceden, no puede falsear la realidad para hacerla más al gusto de de la época, y menos con fines propagandísticos; de ser así la Historia se convertiría en tres kilos de Manuel Fernández Álvarez (que en gloria esté). En aras de la veracidad y objetividad, el presente informe viene amparado por la rigurosidad de los datos; aunque estos sean, en apariencia, unas veces intranscendentales y otras el lector los tenga por fantásticos.

Debió ser al comernos la manzana cuando nos entró la modorra, y al poco me dormí arrullada por los ronquidos de un investigador y los resoplidos del otro. Nos despertó el ruido de la puerta al abrirse y las luces de la sala sobre nuestros rostros; mimetizados por la Larva nos arrastramos detrás del primer montón de cuadros que encontramos, en el apresuramiento dejamos un Tiziano listo para las nuevas tecnologías de la restauración. "¡Me estas metiendo un codo en el riñón!", "¡cállate!", "¡Me ahogo, he perdido el ventolín!", "¡eso, dejando pruebas!", "¡os doy vacaciones, no pienso veros en un año, ahora sí que me quedo sin trabajo!". Por el pasillo central vimos avanzar a la Ministra de Defensa, Carmen Chacón, marcando el paso de la oca, cinco agentes secretos del Centro Nacional de Inteligencia, media docena de guardias civiles con su respectivo teniente coronel y el paranormal Iker Jiménez: ¡y nuestra ajetreada presencia pasó inadvertida! No me extraña que los del Peñón nos las metan doblada.

—¡Cogedlos todos!
—¿Excelentísima, cómo los vamos a llevar, son demasiado grandes?
—¡Mare de déu, tengo que estar en todo, ayer con el Protocolo Pitido y hoy con esto! ¡Quitadles los marcos, hombres sin iniciativa!
—¿Y esta sustancia pegajosa? ¿Qué asco, parecen mocos?

Eran la nueve de la mañana cuando se marcharon alegres, cantando la canción de la Mandrágora: “la hogueeera, la hogueeera, la hogueeera…” A las diez se oía el bullicio de los visitantes recorrer las salas de los pisos superiores, momento en que aprovechamos para abandonar el museo confundidos entre un grupo de turistas japoneses. Llevábamos las pruebas irrefutables de que la pestilente Larva de Mandanga engullirá la originalísima idea de Regeneración del Grupo Vocento y sus chicos del 98.

"Mamá yo de mayor quiero ser portavoz". "Niña, primero abogado del estado, y después ya pensaremos lo de ser artista". (Conversación entre una menina barroca y su madre en la cantera de Valladolid).

miércoles, 13 de octubre de 2010

Misterio en el Museo del Prado (4)

Los humanos y las ratas tenemos una gran habilidad para adaptarnos, da igual lo inhóspito del medio: familia, trabajo o el desierto de Rub al-Jali; perdidas las esperanzas de una huída honrosa, nos aclimatamos de tal forma al entorno, que Eduardo Punset y su tranquila felicidad se nos revela pura mercadotecnia. Así que, pasadas las horas en compañía de la Larva fétida y de los mocos rampantes, nos encontrábamos relajados, discutiendo sobre el por qué de las imágenes de los lienzos y fumando alegremente sin ningún temor a la alarma contra incendios, cuando sonó el primer ¡pum!, después el segundo, el tercero…, hasta que llegó rodando a nuestros pies una manzana. <<¡¡Chis, no estamos solos!!>> —apuntó uno de los investigadores, mientras el otro cogía la fruta del suelo y decía asombrado— <<¡rediós, está mordida!>>. Por los pasillos atiborrados de cuadros, nos dispusimos a investigar de dónde provenía; no tardamos mucho en descubrir el origen: un oleo de Durero, dejado con desidia sobre otras pinturas y apoyado en el suelo.

Desde la ignorancia nos preguntábamos: ¿por qué estos amantes de los rayos ultravioleta han escogido Adán y Eva?, ¿qué sabe la Larva que no sepamos el resto de los mandangos?, ¿Qué lío se traen con la Larva?, ¿es una metáfora o son los padres de Nuevas Generaciones? ¡Ay, cuantas preguntas se amontonaron en nuestros trastornados cerebros!

Gracias al bronceado fue fácil descubrir al bruñido Javier Arenas, el viento de “una mayoría social por el cambio” ondea la melena del Adán. ¿Este gusto por el eslogan lo aplicará en la intimidad, intimísima…? Porque lo que es en la praxis política ya lleva tres elecciones perdidas, y a fe mía que por mucho que vaya de cómico de la legua por los pueblos andaluces, se volverá a comer un sacis como no ponga en vereda la molicie de los alcaldes y diputados peperos, interesados, únicamente, en mantener el momio de las legislaturas que sean menester, o sea hasta la muerte, parecen que han hecho suya la divisa: “siempre atrás nunca adelante”. Con el pinrel suspendido sobre la pedregosa gleba y tapándose púdicamente el sexo con unas hojillas del manzano, don Javier nos lanza una pícara sonrisa, cargada de: acaso creéis que soy diferente a mis subalternos. De la costilla del varón qué puedo decir, que no diga Durero con sus complementos pictóricos o la propia grisería natural del personaje. Ana Mato se nos muestra mujer tobillera-última-tendencia, de apariencia moderna, liberal y analfabeta del génesis. Cuesta creer que haya llegado hasta la Vicesecretaría de Organización por meritos propios, y no porque pasaba por Valladolid. Alcanzará la cúspide ministerial, no cabe duda; pero alguien que se deja tentar por Satanás disfrazado de jaguar, y que no tiene la femenina curiosidad de registrar el monedero de su ex santo Sepúlveda: no es digna de confianza.

Continurá...

sábado, 9 de octubre de 2010

Misterio en el Museo del Prado (3)

Hay algo espantoso, algo escurridizo que repta por los abismos de Mandanga, y que tiene en el sótano del museo la branquia por donde respira: una gigantesca y nauseabunda larva que sisea en la oscuridad, tras los cuadros. No fue una alucinación, ¡lo juro! Estaban ahí, en el fondo de la sala; los vimos resbalando por las paredes, viscosos mocos fluorescentes que palpitaban al ritmo de la Marcha Real. Aterrorizados hubiéramos escapado de allí a trompicones, pero la fuerza hipnótica de los cuadros nos tenía paralizados.

“Y si la historia del retrato de Dorian Gray no fuera ficción” –dijo uno de los investigadores atizándose media petaca rellena de coñac−. “No puede ser, los políticos mandangos no tienen alma, sólo imagen, de tenerla veríamos la deformidad de sus facciones” –respondí−. “¿¡Y si son sus imágenes atrapada en los lienzos!?” –grito el otro investigador. Los nervios se desataron ante el esclarecimiento del misterio, y para aplacarlos nos acabamos el coñac.


A pesar de no llevar gafas, lo reconocí enseguida, porque en cualquier situación que se encuentre siempre está lustroso, y en el cuadro brilla aún más la afectación pomposa que se trae el personaje, será cosa de los entorchados de la casaca. Quizá algún psicólogo descubra bajo las pinceladas un escondido complejo de inferioridad, provocado por la escasez de estudio; aunque no lo creo (los psicólogos siempre andan enredando y buscando donde no hay), cuántas personas pululan en el reino con estudios universitarios y en puestos relevantes que son verdaderos zoquetes, véase Camps o Luis Solana. Pepiño, con la mano izquierda apoyada en la mesa y el brazo derecho descansando displicente en el sofá, da muestras del carácter grave que acompaña al hombre der Parteiapparat, ¿se puede pedir mayor impronta de autoridad? Ella fue más complicada, acostumbrada como estoy a verla envuelta en colores brillantes e imposibles de llevar, con ese estilo playa-Benidorm que ha traído a la Corte, y sin poder escuchar su apabullante sintaxis, lo tenía difícil. Tuve que abstraerme de la peluca y del vestido a lo Eugenia de Montijo para toparme con Leire Pajín; sin embargo, al margen de las abstracciones, lo decisivo para el reconocimiento fue la postura repanchingada de mujer satisfecha, tan propia de las que matan callando al calor de las luchas fratricidas.

P.S. El cuadro visible en el Prado es el retrato de Antonio Ugarte y su esposa María Antonia Larrazábal, pintado por Vicente López. Ugarte fue un personalidad relevante de la camarilla de Fernando VII y un habilidoso intrigante. De él, ahora, no queda nada en la memoria de los mandangos (y dudo que algún historiador recuerde su nombre de primeras); pero en su época fue famosísimo, un adelantado en el tema de cobrar comisiones para él y su amo. La hazaña más renombrada que hizo en vida, fue la compra de una flota de barcos rusos, con los que pretendía transportar al ejército que iba a luchar contra los independentistas sudamericanos. Nunca pudo zarpar de Cádiz, estaban podridos, como premio el rey le dio la embajada de Cerdeña.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Misterio en el Museo del Prado (2)

Acompañada por los dos investigadores del museo, la bajada al sótano no revistió mayores contratiempos que los habituales en situaciones de espionaje. Esquivamos las cámaras y los guardias de seguridad con tal maestría, que podríamos haber pasado por unos auténticos ladrones de guante blanco. El único momento trepidante aconteció al entrar en el sótano que me dio un ataque de asma, provocado por mi alergia a los ácaros y al polvo, si no hubiera sido por el ventolín estaríamos en estos momentos en algún calabozo secreto del Ministerio del Interior.

Siguiendo el rastro de luz de las linternas llegamos hasta los cuadros, mis amigos retiraron las telas que los cubrían; y me quedé con la boca abierta (aún me cuesta cerrarla): "me estáis tomando el pelo, ¿no?" –les dije. "Qué va, esto es lo que encontramos, los personajes que aparecen han sido interrogados y juran que no saben nada, que nunca han posado. El Consejo Asesor está estudiando la autenticidad de las obras, de ser originales nos encontramos ante el mayor enigma de Mandanga". "¡Vamos ya, aquí todo es posible! Mirad a Belén Esteban, cómo al pueblo soberano se le ponga, la nombra presidenta" –les corté. "Hay muchas cuestiones aún por resolver: ¿son familia de Connor MacLeod?, ¿son antepasados de los retratados, son sus reencarnaciones?, ¿los pintores eran visionarios? o ¿son obras de un loco que  quiere desestabilizar el reino?"  –contestaron.

Ante la importancia del descubrimiento y temiendo que el Gobierno y la oposición silencien o destruyan las pruebas, paso a mostraros en sucesivas entregas las fotografías que tomé en la madrugada del 25 de septiembre. Mientras espero el veredicto del Consejo Asesor, las llamaré "recreaciones pictóricas" de los grandes maestros o, simplemente, "afinidades selectivas" de una mente perversa.


“¡Nuestra es Amberes… Madrid, MADRID (¡caramba qué fallo!)!” (célebre frase de una prima de Felipe II).

Continuará...

lunes, 4 de octubre de 2010

Misterio en el Museo del Prado (1)

El pasado mes de septiembre, dos investigadores con contrato fijo-discontinuo del Museo del Prado, picados por el descubrimiento de una nueva obra de Pieter Bruegel ‘el Viejo’, decidieron rebuscar entre los cuadros amontonados del sótano de la pinacoteca. La intención era hallar una obra perdida que les hiciera conseguir fama y la ansiada fijeza laboral. Nada hacía presagiar que la incursión al inframundo pictórico habría de convertirse en una cuestión de Estado.

Los hechos, tal y como me lo han relatado, ocurrieron de la siguiente manera: el 24 de septiembre a las 12, los dos investigadores comían un bocadillo de chistorra cuando se toparon con cuatro cuadros que estaban cubiertos de polvo detrás de una columna, con la curiosidad propia del intelectual científico abandonaron el bocata y se dispusieron a quitar las telarañas, conforme las quitaban la euforia del hallazgo dio paso a la perplejidad; a las 13 llamaron a su inmediato superior; a las 14 el inmediato superior llamó al director del Prado; a las 15.30 el director llamó a la Ministra; a las 18, y tras mucho valorarlo, la Ministra llamó a Casper de la Moncloa -aquello le venía grande-; a las 20 Casper rodeado de un grupo escogido de historiadores del arte, de cincuenta asesores, de sus tres Vices y con la inestimable colaboración del periodista paranormal Iker Jiménez, creó un Consejo Asesor para que estudiara “el asunto”. Antes de disolver la reunión el presidente de Mandanga conminó a los presentes a que guardaran silencio; aquel que no lo hiciera sería juzgado por alta traición, y lo que era peor: en caso de ganar en las próximas elecciones podían despedirse de un puesto de singular prestigio.

Esa misma noche, por casualidad, quedé con los investigadores en De Diego para tomarnos unas copas, suelen ser gente animada y de físico atractivo, pero ahí los tenía por primera vez: mudos y bizcos. "¿Qué ocurre?", les pregunté, y ellos callados como momias. Tras varios combinados volvieron a ser los de costumbre, y envalentonados por el alcohol me dijeron: "Carlota, vayamos a por un par de linternas, hay que entrar en el Prado, tienes que verlo con tus propios ojos, si te lo contamos no nos vas a creer".

Continuará…