miércoles, 20 de octubre de 2010

Cuestión de semejanzas

A primera vista lo que entendemos por ‘ciencia’ o para ser más precisa ‘ciencia experimental’ avanza con tal rapidez, que el gato de Schrödinger, de tanto entrar y salir de la paradójica caja, está desquiciado. No se puede decir lo mismo de las diferentes tipologías del político, desde los Tholomeos —por poner un momento histórico—, pasando por el Directorio, hasta llegar a la actual Remodelación del Entusiasmo, éstas no sólo no evolucionan, sino que están amojamas. Tomemos la figura de Joseph Fouché, ministro de la Policía a principios del siglo XIX en Francia, hombre intrigante, que utilizaba la información, la mierda de los demás en beneficio propio, el traidor más ruin de la época moderna, acabó con Luis XVI, con miles de personas en Lyon, con Robespierre, y con quien se interpusiera en su camino, pasaban los años, los regímenes y ahí seguía, siempre en segunda fila, temido por todos, incluido Napoleón.

 ¿Creemos que esta figura política es anacrónica, qué no puede darse en la democracia avanzada del XXI? Craso error. Ahora tomemos al apolíneo (algunas hembras están más desquiciadas que el gato del primer párrafo) Alfredo Pérez Rubalcaba. Apenas encuentro diferencias entre los caracteres de ambos personajes. La primera, de Pérez no se puede decir que sea ‘traidor’ a la causa de su partido, al revés es de una lealtad a prueba de GAL, traicionará a Mandanga, pero a las siglas nunca, jamás. La segunda, a Fouché no le perdió la vanidad, se conformó con estar a la sombra; no así Pérez, que comienza a desarrollar la patología del reconocimiento social. Por lo demás, son almas gemelas: ministros de la policía, apasionados por entretejer maquinaciones en las cloacas, estrategas en el arte de retener y manifestar la información cuando les conviene, se hacen necesitar, conocen todos los secretos, y son seres flotadores en las tormentas.

Pasaba por alto la diferencia fundamental. Fouché vivió en una época de hombres de pensamiento, de hombres de acción que rompieron estructuras; él era uno entre ellos, aunque fuera —según Stefan Zweig— “el genio tenebroso”. Pérez no pasa de tuerto en el reino de los ciegos o de una caricatura de Perfectus Detritus (homenaje a Uderzo y Goscinny).

El pasado domingo en Ponferrada, Casper de la Moncloa despreció al pueblo, y le arrebató la poca dignidad que le quedaba con esta frase: “ahora la opinión pública cambia muy deprisa”. Quién mejor para este cambio rápido que Rubalcaba, ministro de Interior, Vicepresidente Primero y Portavoz del Gobierno. Pobre Caperucita Soraya, el Lobo Feroz se la zampará de un bocado.

Ojito con el dedo que se te escapa

3 comentarios:

  1. Siempre ha habido políticos detritus, lo peor que nos puede pasar es que encima sea uno el verdadero presidente de España. Por qué ya ni se esconde, él es el que nos gobierna y no Zapatero

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  2. Carlota guapa, es que vas a criticar a las mujeres que tienen a Rubalcaba por sexy. Sobre gustos no hay nada escrito

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  3. La verdad es que es listo y seguro que consigue seguir engañando a la gente. Lástima de la poca memoria de los españoles.

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