lunes, 4 de octubre de 2010

Misterio en el Museo del Prado (1)

El pasado mes de septiembre, dos investigadores con contrato fijo-discontinuo del Museo del Prado, picados por el descubrimiento de una nueva obra de Pieter Bruegel ‘el Viejo’, decidieron rebuscar entre los cuadros amontonados del sótano de la pinacoteca. La intención era hallar una obra perdida que les hiciera conseguir fama y la ansiada fijeza laboral. Nada hacía presagiar que la incursión al inframundo pictórico habría de convertirse en una cuestión de Estado.

Los hechos, tal y como me lo han relatado, ocurrieron de la siguiente manera: el 24 de septiembre a las 12, los dos investigadores comían un bocadillo de chistorra cuando se toparon con cuatro cuadros que estaban cubiertos de polvo detrás de una columna, con la curiosidad propia del intelectual científico abandonaron el bocata y se dispusieron a quitar las telarañas, conforme las quitaban la euforia del hallazgo dio paso a la perplejidad; a las 13 llamaron a su inmediato superior; a las 14 el inmediato superior llamó al director del Prado; a las 15.30 el director llamó a la Ministra; a las 18, y tras mucho valorarlo, la Ministra llamó a Casper de la Moncloa -aquello le venía grande-; a las 20 Casper rodeado de un grupo escogido de historiadores del arte, de cincuenta asesores, de sus tres Vices y con la inestimable colaboración del periodista paranormal Iker Jiménez, creó un Consejo Asesor para que estudiara “el asunto”. Antes de disolver la reunión el presidente de Mandanga conminó a los presentes a que guardaran silencio; aquel que no lo hiciera sería juzgado por alta traición, y lo que era peor: en caso de ganar en las próximas elecciones podían despedirse de un puesto de singular prestigio.

Esa misma noche, por casualidad, quedé con los investigadores en De Diego para tomarnos unas copas, suelen ser gente animada y de físico atractivo, pero ahí los tenía por primera vez: mudos y bizcos. "¿Qué ocurre?", les pregunté, y ellos callados como momias. Tras varios combinados volvieron a ser los de costumbre, y envalentonados por el alcohol me dijeron: "Carlota, vayamos a por un par de linternas, hay que entrar en el Prado, tienes que verlo con tus propios ojos, si te lo contamos no nos vas a creer".

Continuará…

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