martes, 2 de noviembre de 2010

En el día de todos los Santos

El uno de noviembre pasé la mañana en una terraza del Paseo Marítimo de A... Excepto en A…, escisión de África, los vientos y las lluvias recorrieron Mandanga, como tiene que ser en el día oscuro de todos los Santos.

El movimiento rítmico de las olas al llegar a la arena, el surfista que cabalga sobre la espuma, el pecho flotante de la madre que empuja el carro de su hijo, el sabor de la gamba que el camarero ha dejado junto a la copa de Martini rojo y el vuelo rasante de las palomas que ahuyentan a las gaviotas; secuencias entrecruzadas en el campo de visión que adormecen los sentido, y la luz, sobre todo la luz. Es el momento de la ensoñación cuando la mente se pierde por caminos invisibles que la vigilia desconoce. Y mientras chupaba la cabeza de la gamba, pensé que la velocidad de recesión es igual a la constante de Hubble multiplicada por la distancia de los cuerpos celestes.

"¿Qué tendrá que ver la gamba con la velocidad de recesión sideral?", se preguntarán. "No cree −me dirán−, que se ha dejado llevar por un día tan espectral". Efectivamente, los muertos nada tienen que ver, ellos sólo traen melancolía; ¡pero amigos la gamba! Ella sí que está relacionada con la ecuación, una señal como la manzana para Newton. Demuestra que la recesión de una sociedad es igual al inmovilismo constante de los políticos de una época multiplicada por la distancia que recorren respecto a otros períodos históricos (o sea, quítate que me pongo yo).

El hecho empírico que demuestra que las leyes de la física son aplicables al terreno sociológico, lo tenemos en Antonio Rodrigo Torrijos, primer teniente alcalde de Sevilla y hombre de izquierdas por los cuatro costados, salvo por la boca que es un paleto (no hay mayor ordinariez que una mesa repleta de fuentes de marisco, has de quedarte con ganas, añorar la centolla, y no que ésta te salga por la nariz y las orejas). “DEMAGOGIA, los de Izquierda Unida tenemos derecho a comer marisco, no sólo los ricos”, grita. Y tiene razón, ya el primer artículo de la apócrifa Declaración de los Derechos Humanos dice: “todo hombre y mujer dedicados al servicio público deben hincharse a crustáceos con cargo al erario público”.

1.800 euros de mariscada, más o menos el coste de los trajes de Francisco Camps. ¡Dios les ponga dónde haya! Y mientras la Torrija clama por su fama herida: “¡DEMAGOGIA, DEMAGOGIA!”; en el barrio de Lagunillas de Málaga, declarado marginal por la UE, la Asociación de Vecinos se ha organizado para sobrevivir, al margen de los partidos, de la Junta y de los langostinos de Huelva. Prueba evidente de que hay vida más allá de los Gobiernos, incluso demuestra que son un estorbo en tiempos de trueno.
Asociación Lagunilla, distribuyendo alimentos

2 comentarios:

  1. querida Carlota, me acuerdo cuando una dirigente del pacto de progreso (concretamente de EU) de no sé que lugar de las islas, se gastó un pastón en comidas en Francia, y su justificación fué que núnca había tenido una tarjeta y no sabía cómo funcionaba. En fin, en fin.

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  2. Estimada VK, olvida vd que para algunos cargos públicos predicar no es dar trigo; eso solo lo hace Cáritas ( vamos la caspa y la reacción )

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