De como los exorcistas de la quiebra se reunen

Casper de la Moncloa es el daguerrotipo mandango de la superficialidad, y está se erige, se sostiene como verdad absoluta con la ayuda de las imágenes y de las frases huecas, cortas y a ser posible en forma de titular. Él no es responsable, porque como don Cristóbal Polichinela, carece de la libertad de voluntad, sin ella no hay responsabilidad. Él es, simplemente, un negativo de la sociedad mandanga de la última década.

Estos tiempos se acaban, y qué, otros vienen ya corriendo, a qué tanto miedo por una quiebra, a qué tanto acojone por la siniestra Mano Negra del mercado que lleva actuando desde los neandertales, cuando el único causante de la materialización del ‘riesgo moral’ tiene nombre y apellido: José Luis Rodríguez Zapatero. ¡Bienvenida la bancarrota si limpia Mandanga de tanta simpleza e incapacidad! ¡Venga la quiebra!, después de oír a la ministra de Economía y Hacienda que habrá “mayor transparencia”. Lo bueno de las palabras es que significan lo que significan, ni más ni menos, y Elena Salgado al utilizar el adjetivo “mayor” admite que la transparencia se la suda.

Buscar daños y perjuicios no corresponde al elector, faltaría más, éste sólo tiene capacidad de berrinche cada cuatro años; esa prerrogativa compete a los del columpio de la Carrera de San Jerónimo, a los que manejan el 40% del PIB y a lord Obviedad y Caballero de la Orden Amigos del Borbón, Eduardo Serra. Casper con la chistera vacía de conejos y de optimismo, reunió el pasado sábado a 37 empresarios durante cuatro horas, a cada uno de ellos les basto tres minutos de gloria para recetar y encontrar el chivo expiatoria a tanta incompetencia: el ciudadano. Como empresarios mosqueteros, todos a una le demandaron que “no le tiemble el pulso”, mano dura con las reformas estructurales: impuestos, austeridad, arreglar el sistema financiero (hace nada el número uno mundial), las malditas pensiones (a ver de dónde van a sacar para pagar las abracadabrantes iniciativas, como la Comisión Nacional de Competitividad). Tanto dio el conclave de si, que José Ignacio Sánchez Galán tuvo su momento y de lo mío qué. No me cabe duda de que ahora se hace realidad la mítica frase: “vamos por el buen camino”.

Son pocas las oportunidades que se nos presenta de alcanzar el reflejo dorado de los antiguos héroes paganos. Aunque fuera sólo por un instante, Casper, es preferible caer en el esplendor del fracaso, en la estética del sufrimiento, en la aceptación del perdedor, que arrastrar de por vida la ignominia, o en el peor de los casos ser recordado como un cantamañanas.