lunes, 6 de septiembre de 2010

El Espíritu Santo y el cardenal Antonio Cañizares: "quién pueda comprenderlo, que lo comprenda". Lc 20.

En mi anterior entrega de los Cuadernos de Mandanga, no vean un deje de superioridad cuando escribía sobre “esta sociedad de nata líquida”. No se hagan un lío, no tengo prejuicios en reconocer que una vez fui acuosa, es más en los últimos tiempos voy saltando de estado, actualmente soy efervescente, una burbuja de Peter Sloterdijk, y me encuentro a un paso de adquirir la identidad volátil, convirtiéndome en gaseosa. Ser efervescente me permite pasar de la revista Hola al L’Osservatore Romano sin que se me caiga una gota del Martini (ventaja de la que carecen esas antiguallas de identidades sólidas).

El segundo día en sede laboral lo dediqué a la lectura del periódico del Vaticano. Siempre he creído que la necesidad última de los cristianos es Dios y la salvación de sus almas, y que todo lo demás, incluida su prensa, sobra; pero es que a veces me asalta una ingenuidad rayana en la estupidez que no tiene desperdicio, debe de ser la cuestión espumosa.

A propósito del centenario de la promulgación del decreto Quam singulari del Papa Pío X, Antonio Cañizares ofrece a la parroquia un edificante artículo, y a la vez esclarecedor para los que seguimos el tema de los abusos sexuales a menores en el mundo eclesiástico, titulado: Jesús y los niños. La pieza es un canto gozoso a la infancia, donde se encuentra algunas frases atribuidas a Jesucristo y otras nacidas de la generosidad cardenalicia: “dejar que los niños se acerquen a mí”, “ellos son siempre amigos muy especiales”, “la mirada amorosa con la que la Iglesia atiende a los niños”, y más de lo mismo. A parte de estas palabras escritas con tinta negra, el Prefecto sostiene dos aseveraciones. La primera es tajante, el “uso de razón” se adquiere al cumplir siete años, digo yo que habrá sido el Espíritu Santo la fuente de tan sorprendente información, sea como fuere, conocido este dato la cosa pederasta toma otro aspecto, y me quedo más tranquila al acotarse el segmento poblacional. Si la primera asombra, la segunda choca, teniendo en cuenta la sucesión de escándalos en lo que va de año, dice el texto: “los niños viven inmersos en mil dificultades, envueltos en un ambiente difícil que no les favorece, muchos de ellos, víctimas de la crisis de la familia”. ¡Ni los del caballo Espartero! Utiliza la misma táctica sutil que el Gobierno en la Crisisquécrisis: no se da por enterado. El amnésico olvida que “muchos de ellos” son víctimas de los depredadores que la Santa Iglesia Católica esconde en su vientre.

Como la realidad mancha, un buen cristiano tiene la obligación de huir de ella para alcanzar la suprema felicidad junto a querubines, ángeles, arcángeles y el tropel de asexuados, eternamente extasiados ante la gloriosa faz del Gran Indiferente.

4 comentarios:

  1. Esta usted anticuada, querida VK,Él no existe lo ha dicho el lúcido tullido.Asi que la culpa es de la sociedad.¡Viva el Rafita!.

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  2. el teólogo Hans Küng tiene razón, la abolición del celibato limitaría en gran parte la pedofilia. La Iglesia es un refugio de muchas personas con una sexualidad mal asumida, y ellos lo saben

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  3. Esta vez si que me has dejado sin palabras, eso sí al final la moral está con los ateos, y me gusta

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  4. La pederastia es un problema social, no de la iglesia católica, donde los casos no son tan numerosos y están sobredimensionados por los medios de comunicación incluido su blog

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