miércoles, 1 de septiembre de 2010

Toda dignidad lleva adherida un parche. No es para menos

¡Mira qué cuesta volver! Acabadas las vacaciones ni otoño melancólico ni moda de la nueva temporada: ¡el advenimiento del invierno siberiano! La tundra laboral se extenderá implacable alrededor de la existencia hasta dentro de un año, que volverán las braseadas sardinas a los chiringuitos y los ardientes revolcones en las solitarias calas. Este Primer Día es para mi como el de la marmota, comencé a padecerlo en la niñez, cuando se iniciaba el colegio, y presiento que me perseguirá hasta la jubilación. No sé, no recuerdo bien si fue San Pablo o San Carlos Marx o San David Ricardo quién inventó la frase: “el trabajo dignifica al hombre”; desde luego cualquiera de los tres –cada uno en su estilo histórico- podría ser el padre de semejante perversidad, semejante engañabobos.

En el retorno a mi estado habitual de autónoma externalizada, pero con derecho a mesa propia, no he pegado ni chapa, no por falta de iniciativa, sino porque tenía alicatado el cerebro. Así que he pasado este Primer Día autista y dedicada por completo al estudio de las revistas del corazón publicadas en agosto. ¡Y ahí estaba él! El Enamorado, el hombre que lleva en la testa la dignidad del trabajo, y en el cuello a modo de chupetazo el parche que combate la fatiga y el estresante trasiego que la realeza obliga: un día en Colombia, al siguiente de loro timonel por aguas mallorquinas, esa misma noche en primicia principesca escuchará los últimos temas de Jaime Anglada (cantante que desconozco, pero que debe estar un escalafón por encima de Julio Iglesias, ya que según sus propias palabras “se ha reinventado como persona tanto como artista”), y entre medias asistirá a la romántica boda griega de su primo. En fin, el hombre del que debo tomar ejemplo comprándome un parche, mañana mismo en cuanto me levante, a ver si me sobreviene la dignidad esa del laboro.

¿Qué sería de El Enamorado sin su enamorada? Nada, un hombre a secas, un sin atributos a lo Musil, transparente, invisible en esta sociedad de nata líquida. ¿Merece la pena ser principe con aspiraciones y no compartir el peso de tanto trabajo dignificante? Esta claro que no, demasiada carga y poca mercadotecnia posfeudal. Menos mal que conforme avanza el mes y los múltiples reportajes se suceden el parche vuela, y ella, La Gamba, lo sustituye resplandeciente, siempre pegada a la mano de El Enamorado. Lo cual me hace caer en que no necesito parche, es más interesante transmutarme en uno; eso si poroso, muy poroso.

1 comentario:

  1. Bentornata!

    Una antigua gloria de Italia, Teddy Reno, cantaba:

    "Mi farò prestare
    un soldino di cielo
    perché regalare
    Io voglio a te.

    Lo potrai posare
    sul bianco tuo velo,
    quando sull'altare
    ti porterò.

    Questa piccolissima serenata
    con un fil di voce si può cantar.
    Ogni innamorato all'innamorata
    la sussurrerà, la sussurrerà"

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