lunes, 14 de junio de 2010

"La Última Cena de la Cultura". Tragicomedia en medio acto.

Cuando lo trivial, sea lo que fuere, pasa de ser adjetivo para convertirse en sustantivo. ¡Cuidado, algo chungo se cuece! De la misma forma hay que estar en guardia cuando un sustantivo, por ejemplo “cultura”, adquiere las propiedades del adjetivo. Sucede a diario, pero la mayoría de las veces nos cogen con la guardia baja. Entre el trabajo, la Roja, la familia, los momentos soma y Telecinco, es normal que el día a día nos pueda; y ahí, es donde nuestros avezados legisladores nos llevan la delantera, da igual que el Golem recorra los caminos de Mandanga, les sobran tiempo y asesores de imagen para dedicarnos una performance.

¡La cultura! Un cul de sac, lo mismo cabe la sopa de ajo, la tuna, las fiestas de los quintos, la tomatina que El Quijote o El caballero de la mano en el pecho. Además es un tema muy socorrido para los políticos, que cuando no tienen nada que hacer, matan moscas con el rabo. He aquí a nuestro Esperando a Godot, Mariano Rajoy, que el 10 de junio en el Teatro Calderón de Madrid nos deleitó con la tragicomedia “La Última Cena de la Cultura”. Él de Jesucristo y los representantes del mundo escénico (entre ellos la miss, Juncal Rivero) travestidos de apóstoles charlaron de asuntos de vital importancia para el futuro del país, como: “el respeto institucional por la independencia de intelectuales, creadores y artistas”, subvenciones varias y la Ley de Mecenazgo. Un Mariano sin complejos destacó que “tiene mucha confianza en el teatro, una expresión artística con un enorme futuro, porque en el se puede ver al ser humano que está ahí, en persona”.

Jacob Burckhardt definía la mediocridad como la fuerza verdaderamente diabólica que actúa en el mundo -para una comprensión definitiva del axioma, no tengamos empacho en releer cuantas veces sean precisas la anterior frase de Mariano-. El profesor tiene su punto de razón cuando vemos que a la facción izquierdosa le da por los cantautores tipo Víctor Manuel, paseando por el jardín cogido de la mano de Ana Belén o de Lucía Etxebarría; y a los de la derecha les pone la puesta en escena a la manera transgresiva de Calixto Bieito. Pero en cuanto al arte, que no a la cultura patatera engrasada por la maquinaria del estado, no puedo estar más en desacuerdo. Duermo tranquila; porque Mandanga tiene el ejemplo del renacimiento italiano, que en plena desintegración política se daba el mayor despliegue de energía artística. ¿O no es posible aquí?

4 comentarios:

  1. Lástima que el Fary haya fallecido, podría haber sido un buen ministro de cultura.Aunque no debemos desanimarnos, todavía vive la bruja Lola.Estamos a tiempo.

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  2. Yo no entiendo eso de que en el teatro se puede ver al ser humano, porque está ahí en persona. Me lo puede explicar alguien.

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  3. pues yo creo que se refiere a las personas humanas en su mismo ser.

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  4. Sí, cocido en su propio jugo. A este tío le falta un hervor o ir más al teatro.

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