miércoles, 16 de junio de 2010

La peste bubónica, y los días de vino y rosas

En estos días la educación calvinista que con tanto trabajo intentó inculcarme mi padre, se está yendo al traste; y, en su lugar, cada segundo que pasa me convierte en un calco unicelular de Mandanga. Mis números rojos se han disparado de tal manera, que estoy pasando del espectro electromagnético de las estrellas gigantes rojas a una de carbono.

Sí, he vivido a lo grande, pero que me quiten lo bailao. Una pone de su parte por ahorrar; pero todo se viene abajo, cómo cuando fui a Marrakech, ciudad cutre dónde las haya, no tuve más remedio que quedarme en la Mamounia, ponerme ciega a gin tonic, champagne, y pasear por los jardines a lo Winston Churchill cualquiera. El caso es que soy una deuda andante, y no hay manera de acceder a la financiación de los mercados exteriores. La familia me ha advertido que hasta que no ponga orden en mis gastos no suelta un euro; y he soportado con gran estoicismo la regañina de mi madre por ver como pierdo mi toque flamenco a favor del sureño. Mi prima de riesgo es alta, pero Bruno gentilmente ha accedido a prestarme dinero con la condición de que lo utilice para pagar los descubiertos.

Ya con el cheque en metálico, he decidido que la CRISISQUÉCRISIS no me amarga la vida y como la Pampinea del Decamerón, huyo de la peste bubónica, entregándome al consumo salvaje. Es mi pequeña aportación a favor del comercio interior, y, mi huelga general a los líderes mundiales que propugnan la vuelta a la vida espartana. Fuera estrés, ansiedad, miedo a la incertidumbre y a la depresión. En situaciones críticas hay que tener la autoestima alta y rechazar los pensamientos negativos, para ello nada mejor que gastarme la confianza de Bruno en un coche. Después de muchas dudas entre el nuevo fiat 500 y el Audi 1, he decido que este último (por supuesto descapotable y automático) es el complemento ideal, me da un aire de alegre burguesa muy a tono con los tiempos que corren. Para estrenarlo he pedido un adelanto de las vacaciones, con el fin de viajar hasta Bélgica y ver como andan los ánimos de mis primos de Flandes.

Está visto que nunca se ha de perder la esperanza o la caradura, que viene a ser lo mismo; porque cuál no ha sido mi sorpresa, cuando el director de recursos humanos me dice: “Carlota, cógete los días que te de la gana y deja de dar la matraca, bastante tengo con los sindicatos y la negociación de la bajada de sueldo de los empleados”. Más contenta que unas castañuelas me doy al desenfreno, y ¡qué salga el Sol por Antequera!

3 comentarios:

  1. Querida Carlota, no me gustaría ser uno de tus primos de Flandes, ya que con ese espíritu que llevas el gorroneo va a ser fino.

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  2. Para su espíritu dilettante, le recomiendo, mejor que visitar Flandes,convertirse a la verdadera fe flamenca ( si es en Cádiz, mejor).
    Y aunque su herética formación le empuje, al trabajo, dese media vuelta y siga durmiendo.
    Por último,pero no en último lugar,su garbo merece mas oropel que un vulgar automóvil.!A por la carrosse!.

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  3. querida Carlota, tanto deseo de vacaciones es malo para todo, fijate que hasta te has olvidado de escribir tu columna de principios de semana...¡que vergüenza! tú mucho presumir de integridad encubierta en tus articulos pero en el fondo lo único que quieres es irte por ahí y no hacer nada ¿se te han pegado las costumbres de los politicos a los que con tanto encono criticas?

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