lunes, 10 de mayo de 2010

Mariano Rajoy no es Hugh Jackman

Dicen los sabios que la supremacía del hombre, sobre el resto de los seres que pululan por la Tierra, comenzó con el lenguaje, con el primer sonido articulado que llevaba asociado un significado. El lenguaje es la piedra filosofal de la humanidad, y la observación de su empleo se convierte en una herramienta eficaz a la hora de desarrollar una tipología conforme a los diferentes homínidos con los que nos topamos a diario. Los hay de lengua suelta, hablan sin parar y sin pensar, son las estrellas enanas de las reuniones a punto de ser engullidas por el agujero negro del parloteo, y se ven a si mismos como la alegría de la fiesta; los hay de lengua profunda, estos no conciben un viernes por la noche sin sacar a colación algún tema agudo, ya sea de tendencias, de arte o de filosofía transcendental, dejando a la concurrencia en un sopor irrecuperable y entregada sin remedio a la bebida; los hay que se envuelven en el enigma del silencio, lo que les hacen interesantes a los ojos de los demás, especialmente si se parecen a Hugh Jackman, hasta que abren la boca y la cagan. Esta última tipología es la peor, evidencia el fracaso de los lugares comunes en los que nos han educado, y a ella pertenece el lánguido líder de la oposición, Mariano Rajoy. ¿Qué puede esperarse de un presidenciable que la mayor parte del tiempo calla y de pronto estalla en incontinencia verbal? Nada bueno.

“Camps va a ser el próximo candidato en las próximas elecciones en Valencia… Diga la justicia lo que diga”. ¡Ahí va el Ebro! Esta frase la soltó el jueves pasado, no ha podido esperar a que el doce de mayo el Tribunal Supremo diga si reabre el caso por los Sudarios –el cráneo del valenciano cada vez se parece más a la calavera de Hamlet, ¿pagar o no pagar?- Los oscuros motivos de Mariano, las variadas hipótesis contrastadas de los periodistas (qué si lo dijo arrebatado por los encantos y el buen hacer de la entrevistadora, qué si fue por lanzar la pelota al terreno del penitente Camps para quitárselo de encima…) son indiferentes, allá él, no estoy en su cabeza ni en los sótanos del número 13 de la calle Genova. Lo que no me deja indiferente es el alto valor que la Justicia tiene para el presidente del PP; en el descriptivo lenguaje tabernario “Diga la justicia lo que diga” se traduce por “me la suda”. Como decía, más o menos, mi amado Montaigne, la gran bola de la corrupción se forma merced a la contribución particular de cada uno de nosotros, y, las palabras no son ajenas a ella, son las raíces.

Rajoy habla desde el sueño del poder, más no sabe que aquel que habla en un sueño jamás podrá regresar de él (esta frase no viene a cuento, pero es que yo soy del tipo: me gusta oírme).

¿Será la barba? No, no, definitivamente no se parece.

3 comentarios:

  1. Deberíamos volver al gobierno de la aristocracia,como en la Grecia clásica,nos evitaríamos muchos disgustos y algún que otro gasto

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  2. ¡Y se asombran que la encuesta del CIS de a la casta política como la mayor preocupación de los españoles!

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  3. Sois unos demagogos, está claro que Rajoy no quiso decir que la justicia le da igual, es un problema en este país que las cosas se saquen de contexto y sobre todo de madre.

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