lunes, 22 de marzo de 2010

Cifras, tabaco y salud sostenible

El hombre y la mujer occidental viven para la salud, la imagen atrofiada de la eterna juventud y de espaldas a la muerte, cómo si le fuera ajena. Está prohibido el sufrimiento, el pesimismo y los ataques de melancolía cuando vienen, tenemos que ser felices y equilibrados por cojones. Pero lo que está mal visto de verdad es morirse de alguna enfermedad, llegado el momento seremos exquisitos cadáveres saludables. Incongruencia superlativa en línea con la expresión periodística: “murió de una parada cardiaca”. ¿Y de qué te vas a morir zopenco?, si no porque el corazón se para. No es de extrañar que con tanta salud, el suicidio se haya disparado.

Nada me relaja más un domingo al mediodía, antes del vermú, que fumarme un cigarrillo a la sombra del monumento al Ángel Caído y ver las volutas del humo ascender por el límpido aire del Retiro, un pequeño homenaje al rey de los proscritos, y mi irrelevante aportación a la contaminación de esta sociedad. El domingo pasado fue especial, fumé con mayor placer pensando en el Comité Nacional para la Prevención del tabaquismo, por el agobio que le ha dado al gobierno con el agujero normando de la Sanidad y el falso trufado de nuestro bienestar.

Los Guías de Mandanga piensan que lo mejor para confundir al personal es el batiburrillo, y lo han puesto en práctica. Según los datos del 2008, el coste sanitario del tabaco ascendió a 7.695 millones de euros anuales. ¿Cómo han llegado a esa cifra? Pues muy sencillo, en un bombo echan las estadísticas que sean menester, igual procedimiento con los gastos hospitalarios, ídem con las enfermedades de posible relación con el tabaco (o sea la mayoría), y por último los pacientes que se tengan a mano, fumen o no fumen, qué es un niño de tres años con asma, al bombo con él. El caso es que no se les desbarajusten las cuentas. Los marrulleros callan que el global de la carga impositiva que sufrimos los fumadores en el 2009 fue del 77,3% y que el Estado recaudó 9.451 millones de euros de impuestos del tabaco, mientras que el presupuesto del Ministerio de Sanidad contó con 862 millones de euros. Sería encomiable el desvelo de los gobernantes por apartarnos de las flaquezas, siempre que no perturbaran la inteligencia serena de los gobernados, pero es tan zafia la manipulación, tan evidente que irrita.

Qué el tabaco es malo, no hace falta que lo digan, el amor también y aquí estoy, fumando y amando. Y al igual que El Hermano Lobo, dejaré estas adicciones tan perturbadoras para mi salud sostenible, “el año que viene si Dios quiere”.

Me despido hasta dentro de dos semanas, huyo a tierra de infieles.

1 comentario:

  1. Me fumaré un Cohiba a su maltrecha,estadisticamente hablando,salud.¡La salud para quien se la destroza!.Bon voyage.

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