miércoles, 17 de febrero de 2010

¡Lo qué da un día en la cama!

Ayer decidí no levantarme de la cama, y seguí al pie de la letra una antigua canción: “aunque venga dios y el diablo, hoy no me levanto yo”. Así que le pedí a la vecina que se hiciera pasar por mi madre, llamará al trabajo contando que un copo de nieve me había congelado la retina, y estaba imposibilitada. Si soy autónoma, es que tengo autonomía, ¿no? Ni jefes ni leches.

La empresa donde trabajo lleva varios meses, digamos… de cierta inestabilidad laboral, un ERE por aquí, unos despidos por allá. En fin, lo normal. Hasta hace una semana, yo había salvado la situación con mi mejor perfil, estilo Mariano Rajoy, hasta que mi superior jerárquico dijo que el director de recursos humanos quería verme. Desde luego que no fui, faltaría más. Me llamó su secretaría al teléfono y pasé por la becaria, escribió email a batiburrillo que si arroz con bacalao, el propio director bajo a buscarme, estaba en los lavabos. Jugué al escondite, pero me pillo desprevenida hace dos días en el ascensor. Se nos pasó la mañana subiendo y bajando, hasta que comprendí que “externalizada” no era que me ponían la mesa en el balcón, si no que seguía con la mesa en el mismo lugar de siempre. En definitiva, ahora soy una externalizada autónoma.

Pasar un día en la cama cunde. Tuve tiempo de ver mis programas favoritos (“Gran Hermano”, “Hogarutil”, “Pesca Extrema” y “Pasapalabra”); de charlar con las amigas aquejadas del mal de amores, a las que di consejos inestimables: "ese hombre no te merece, cámbialo por un nano" (no confundir con el iPod); de explorar la ubicación exacta del punto G, de hojear el álbum de etiquetas de vino; de retomar a Heimito von Doderer; de perder dos buenas horas meditando sobre la atracción vocacional de las peperas por ser abogadas o técnicas del estado, hasta que me entró la soñarrera; de releer el artículo de Raúl del Pozo quince veces, entre tanta cita, tanto nombre y tanta fecha se me escapaba la tesis. Vi a un hombre jamás frecuentado por la duda, ¿dará la contumacia y la inmovilidad de pensamiento la tierra conquense o es así él de natural? Me pregunté mientras cambiaba de canal.

A eso de las doce, influida por Raúl del Pozo y el lenguaje marxista hice un repaso de las actuales clases trabajadoras de Mandanga: casa real, políticos y sindicalistas, funcionarios, clásicos trabajadores, autónomos, al llegar a los parados, perdí el conocimiento.

No hay comentarios:

Publicar un comentario