lunes, 15 de febrero de 2010

La Conjura Porridge

Domingo 7 de febrero, 17.30 p.m., lugar despacho super secreto de La Moncloa, sentados en cómodos sillones: Casper, Elena Salgado, Pepiño Blanco, Félix Sanz, Carmen Chacón y en el ángulo oscuro del salón, cual arpa, un hombre.

-Jefe, no decaiga, en estos momentos necesitamos su sonrisa, su optimismo –animaban los reunidos a Casper.
-Y cómo queréis que esté -contestó alicatado hasta el techo, mientras jugaba con la falange del patrón de Mandanga-. No voy a ocultaros la realidad: hay CRISIS. Si no fuera por esos malditos periódicos ingleses, nadie se hubiera enterado. Inglaterra siempre nos ha tenido envidia, ¡ay! –suspiraba-. Carmen, a qué viene esta reunión tan intempestiva el domingo por la tarde.
-El director del Centro Nacional de Inteligencia, Tiene una información de suma importancia que transmitirle –Carmen dio la palabra a Félix Sanz.
-Los servicios de inteligencia de Mandanga llevan tiempo interceptando mensajes criptográficos en la red. A primera vista parecían intranscendentes, pero después de descifrarlos, hemos descubierto a que nos enfrentamos. Los anglosajones han organizado contra Mandanga una “stock market speculation”.
-¡Ya estamos, cuántas veces tengo que deciros que no me soltéis palabrejas en inglés, hablar en cristiano! –Respondió Casper.
-Perdón jefe, operación especuladora contra nuestro mercado de valores.
-Pues sigo sin enterarme. Es qué tenéis un vocabulario -interrumpió Casper, señalando con el huesecillo al director del CNI.
-Es una conjura. “La Conjura Porridge”.
-¿Porriggg qué? –Preguntó atónito Casper.
-De nuevo perdón, jefe. Lo importante es que no tenemos CRISIS, sino una conspiración de dimensiones apocalípticas para la economía mandanga –respondió Félix.
-Lo sabía, sabía que no había CRISIS. ¿Y ahora qué hacemos para combatir “La Conjura Porriggg”? –inquirió el Presidente, visiblemente eufórico.
-Nos enfrentaremos a ella desde dos flancos. Elena viajará a Londres con el objetivo de frenar al Financial Times; y mientras ella les convence con un patrocinio, mandaremos un agente secreto para que desarticule el complot -terció Pepiño Blanco, cuya inteligencia había florecido gracias a los halagos de los periodistas, por su quehacer al frente del Ministro de Fomento.
-¡Ah, no! Desde cuando una ministra visita en persona la redacción de un periódico. Me niego, que vengan ellos al Ministerio de Economía.
-Elenita, tú vas dónde yo te diga. A ver, quién te ha puesto de ministra. Yo, ¿no? Pues a obedecer, no querrás parecerte al díscolo de Solbes. Lo del agente infiltrado es una idea cojonuda –exclamó Casper, haciendo saltar el hueso del santo de una mano a otra.
-Le presentamos a nuestro hombre. Maxwell Smart –dijo Félix Sanz.

Del ángulo oscuro surgió una imponente figura de 1,90 de altura, rubios cabellos cortados a cepillo y un pecho tipo toblerone, que dejó a las mujeres presentes boquiabiertas.

-Pero este Maxwell, no es el superagente 86 –señaló asombrado Casper.
-No, jefe, es su nombre en clave. En realidad se llama Maruja Flores -terció el director del CNI-. Pertenece a la división de Inteligencia Económica, su trabajo será descubrir los inversores que han atacado a Mandanga, y dejarlos fuera de circulación.
-Qué descanso saber que el CNI ha tomado las riendas. Max si te pillan estarás solo, nadie responderá por ti. Sé que tomarás decisiones arriesgadas y sangrientas, pero nunca dañes a la “economía sostenible”. ¡Se van a enterar los del Porri ese! –Guardó la reliquia en el bolsillo del pantalón, y dio por concluida la reunión.

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