viernes, 22 de enero de 2010

Muñoz Molina, el San Pedro de los buenos escritores

Leí la crítica de Antonio Muñoz Molina al “Diario íntimo” de César González-Ruano (El País Babelia 16-01-10), la leí una vez, y otra, y otra, la leí hasta el agotamiento, hasta que la tinta negra ensució la página y mis dedos. No entendía la tesis, el juicio que a su parecer merecía el libro: ¿"un escritor fascista” no es un escritor?, ¿un “señorito golfo” tampoco?, ¿escribir cinco artículos en una mañana y una novela en seis días es el acabose de la literatura?, ¿hay que despreciar a Shakespeare por escribir de encargo y cobrar, fue un autor mercenario?, ¿le “repugna” Balzac por codearse y sentir debilidad por la aristocracia francesa, por gustarle la buena vida?, ¿ir en “taxi” va contra la naturaleza del escritor?, ¿es envidia?, ¿es no tener ni puta idea de lo que significa la literatura, ser humano, vivir y morir? O cómo decía el filósofo Euclymicón (s. IV aC): la razón sólo tiene un camino,el mío.

Cogí el coche y me alejé de Madrid cuanto pude. Necesitaba respuestas. Aquí, sentada en un risco del monte Abantos, lo entiendo al fin. Hay un cielo de los escritores buenos, a la derecha del Dios de las Letras se encuentra Muñoz Molina, señor de la llave. Y hay un infierno de los escritores malos, donde están Ruano, Sade, Villon, Dostoyevski dictando rápido una novela a su mujer, apenas tiene tiempo de corregirla, precisa dinero rápido para jugárselo o para pagar a los acreedores. Y, por supuesto, Oscar Wilde, dandy, vanidoso, soberbio, a veces superficial otras profundo y pecador. La lista es infinita.

No entraré en la disertación de lo que es buena o mala literatura, tampoco en la manida dialéctica, estupida y prejuiciosa, de si la vida del escritor está unida o separada de su obra. Porque, en esta materia hay tantas opiniones como culos. Sólo diré, que el libro que me engancha es aquel que pone en evidencia nuestras contradicciones, ese animal o ese santo que llevamos dentro, ese libro que me hace vomitar la angustia o me hace llorar de tanto reir. He leído las memorias y muchos de los artículos que escribió González-Ruano, y siempre he llegado a la última página; no así con las novelas de Muñoz Molina que las abandono pronto, personalmente me aburren, no me dicen nada de lo que soy ni de lo que somos, seres capaces de matar a la usurera por unos cuantos kopeck o de amar a Lolita hasta el delirio.

En cuanto a la anécdota (siguiendo al Crítico) de si un escritor ha de escribir a ser posible poco y de calidad para llegar al Parnaso: Sebald escribió cuatro novelas, Flaubert siete, Joyce cuatro, Proust cinco, Tolstoi que murió anciano veintitrés; el Crítico, Antonio Muñoz Molina, veinte, casi una por año desde que publicó la primera. ¿Quiere esto decir qué el mismo se ha prohibido la entrada en el Canon? Espero que no, que tenga una larga vida y llegue a publicar otras veinte, quién sabe, quizá una de ellas consiga el “fulgor de la gran literatura”; y yo aún esté por aquí para leerla.

2 comentarios:

  1. Tienes razón, Carlota. La literatura es emoción y lo que a uno emociona puede no emicionar a otro. Por eso la crítica no debe ser excluyente y, desde luego, nunca debe excluir a un autor por su vida. Es absurdo que haya que decir esto, pero Mandanga es así...

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  2. Desde Mandanga me iré a Londres a ver si me inspiro con mis amigas. Viva el "ser" intelectual, pero ya sabemos que "la vida es dura y cruel para los trabajadores del campo".

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