lunes, 14 de diciembre de 2009

Don Fraga, Don Carrillo y el Mini Yo de la Constitución

Todas las mañanas, durante media hora, mi becario y yo practicamos la meditación Zen. El objetivo no es otro que conectarnos con la Fuente Primigenia de nuestras vidas, y de esta forma enfrentarnos con desapego a los acontecimientos diarios de Mandanga. Pero desde el siete de diciembre somos incapaces incluso de hacer la postura del loto. Nos despertamos, Larios con desgana trae la página seis de ese día del diario El Mundo, y nos quedamos extasiados en la cama observándola, él con los bigotes en punta y yo boquiabierta.

La foto está tomada el Día de la Constitución, el lugar un salón del Congreso de los Diputados, los protagonistas: Manuel Fraga, Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón y Santiago Carrillo.

En un primer momento, la alegría nos invade. ¿Será posible que la cultura gitana haya llegado hasta éste apartado rincón? Sí, no es un espejismo, están ahí retratados, la vista no engaña. Don Fraga y Don Carrillo, como dos patriarcas gitanos, están sentados con las piernas abiertas, los brazos descansando sobre los muslos y las manos sujetando sendos bastones. Nunca me hubiera imaginado que estos vetustos hombres de la patria, siempre tan mal encarados, tuvieran esa gran sensibilidad por las costumbres cíngaras, aunque sólo sea a la hora de posar.

-Te das cuenta Larios como un gesto tan nimio puede ser el comienzo de la integración del pueblo gitano. –Le digo, mientras los dos nos miramos con ternura, pensando en un futuro sin las cadenas de la marginación.

Lastima que entre los dos se encuentre Herrero de Miñón, el Mini Yo de la Constitución. ¡Qué hace allí tieso como un tentempié! Parece empalado por el Estatut. Me asombra que Bono siempre atento a la imagen, no se diera cuenta de que sobra; si al menos le hubiera puesto un sombrero cordobés y una guitarra entre las manos, hubiera sido el complemento perfecto a los dos patriarcas. Pero, lo que más me sorprende de la figura hierática es la desmesura de su cabeza, da la sensación de que en cualquier momento le estallará con la presión de sus amplios conocimientos de derecho constitucional.

El júbilo da paso al estupor, y nos quedamos alelados en la cama hasta que llama mi jefe, amenazándome con incluirme en el próximo ERE como no aparezca por la oficina, ¡YA!

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