De como Gallardón da el primer paso hacía el comunismo libertario

¡Vaya, vaya, ni yo misma me lo creo! Esta noche organizo una cena en honor de Gallardón. En cuanto termine de escribir, me pondré con la ensaladilla rusa, las albóndigas, y unos kilos de bígaros que entretienen mucho al personal hambriento. Por supuesto él no está invitado, no por mí que no tengo prejuicios; sino por no herir la sensibilidad de Larios, el pobrecillo parece que se hubiera tomado un ácido nada más verlo en la tele de inauguraciónvoydeeventovengo.

No me extraña, porque el otro día me pasó algo parecido. Por mis obligaciones laborales, asistí a un cóctel ofrecido por una famosa firma de diseño mandango; el motivo: la presentación de su nueva colección de accesorios y prendas ¡¡sostenibles!! El ESPACIO (palabra multiuso que al oírla produce espasmos siderales) minimalista y blaaanco, nos daba a los presentes un aire de ectoplasma esnob difícil de superar. Todo se desarrollaba con normalidad, Cristina Garmendia paseaba languidez de ministra, Miguel Bosé deambulaba sin fijar la vista en ningún ser vivo, yo de mojito en mojito y de sushi en sushi; hasta que Gallardón, haciendo gala de su preparación olímpica, irrumpió como un huracán en el ESPACIO, sorteó la aglomeración ‘cool’, alcanzó a Mari Botox, alias duquesa de Montoro, le endilgó dos besos y desapareció, dejando a la concurrencia boquiabierta con tal hiperactividad. Reaccione igual que Larios, me obnubile, y si no es por un amigo que me dio un puntapié, me hubiera perdido.

Pero hoy este hombre, quintaesencia de la importancia de llamarse Ernesto, pertinaz aspirante a faraón, ajeno al desaliento y gran nariz para olisquear el perfume del poder, se ha convertido en mi héroe. Bien es verdad que sin proponérselo y gracias a las arcas del ayuntamiento repletas de telarañas. Pero que más da esas minucias, cuando ha demostrado con la praxis, que ninguna institución es indispensable para que la sociedad se organice. He aquí el suceso sin parangón, el sábado por la noche la policía municipal había sido abducida, no existía. La situación de miles de conductores en la Catellana era desesperada, algunos lloraban al creer que nunca más verían a sus familias, otros jugaban a las cartas con los compañeros, otros como yo aprovechaban la ocasión para aprenderse las letras de los CD. Cuál fue mi sorpresa al ver que anónimos ciudadanos abandonaron sus vehículos y comenzaron a organizar el tráfico, al rato el atasco desapareció entre vítores y aplausos a los improvisados municipales.

Desde el sábado me pregunto: ¿será Gallardón un tapado del comunismo libertario?, ¿es una añagaza?, ¿le importa un bledo los madrileños?, ¿cuándo serán abducidos los agentes de movilidad?, ¿ha sido encontrado el tesoro de Sierra Madre en una zanja de Serrano? Espero que en la cena los amigos puedan dar sosiego a mi atribulada mente.