domingo, 13 de noviembre de 2011

Por la rabiosa actualidad, y por la pereza dominguera que no me la quita ni los Eagles Death Metal, vuelvo a publicar el artículo del 6 de junio titulado: “Reales adherencias”. Como sostiene J. una vez la Justicia se incauta de papeles es imparable. Ya veremos quién gana la apuesta


La adolescencia es sin duda la peor etapa de nuestra existencia. Los mayores peligros para la formación de la personalidad de estos capullos son las malas compañías y la manía de tener un modelo a seguir. Los padres y educadores, si no quieren que comportamientos adquiridos en esos fatídicos años se conviertan en adherencias que envicien el carácter adulto, deben practicar dos cualidades: la paciencia de un monje sintoísta y simular que sus vidas, sobre todo la intelectual, les interesa.

El ejemplo de un hombre echado a perder por seguir un modelo sin estatura moral, lo tenemos en Juan Carlos. La educación necesita de unos fuertes cimientos, si los cimientos del jefe de estado han sido los del dictador, se comprende mejor esta democracia de serie B que tenemos. La semana pasada el joven de ojos alegres y boca risueña de aquellos tiempos de sepia, bobonizado por las adherencias, ha instaurado para su persona y su casa lo que mamó en su juventud: la censura.

Juan Carlos, rey de Mandanga por la gracia de Francisco Franco, ya no guarda ni las apariencias. Acabada con la libertad de prensa para los Intocables, pronto veremos volver del exilio y pasear por el robódromo de Palma Arena a Iñaki Urdangarín. ¡Chitón!

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