domingo, 13 de marzo de 2011

Ofuscados en la "nave de los locos"

Desde principios de septiembre, coincidiendo con el fin de las vacaciones, mi gato Larios y yo hemos padecido por primera vez en nuestras vidas un brote psicótico. Confundíamos las alucinaciones con la realidad. Tan fuera de nosotros hemos estado que por poco le doy medio lexatin camuflado en el jamón de york; por mi parte, me salvé de ir a la consulta de una amiga psiquiatra al recordar el tic de su ojo derecho. Nos creíamos únicos, especiales, poseídos por una fuerza divina… Estábamos más allá de la inteligencia emocional de Eduardo Punsent: éramos unas amebas.

Pues no, en esto de los delirios somos más vulgares que la Pajín. Ya se ha encargado Esperanza Aguirre de bajarnos los humos. Con una sola palabra, en defensa de su consejero de Transportes, ha demostrado que el alucinar llegó con la inquisición y aún anda por aquí, en la nave de los locos que es Mandanga. Con una sola palabra ha diagnosticado: “todos podemos tener un momento de OFUSCACIÓN”. Aguirre por la cólera de dios demuestra que ser pariente de un poeta y aprobar unas oposiciones no nos libra de la incultura, sin ser consciente llega a la misma conclusión que la antipsiquiatría: la locura es un dictamen de la política. Y ofuscados estamos, desde el parado, parado, o sea el que no tiene ni un miserable empleo sumergido, hasta los que hacen la carrera de San Gerónimo junto a los leones.

¡Cuidado, la ofuscación y la dimisión son antagónicas! Se puede estar ofuscado, pero nunca dimitido como lo demuestra José Ignacio Echevarría, que no sabe de la existencia del transporte público madrileño, y, además, se la trae al pairo. Ahora, para ofuscados nadie hace sombra a Miguel Ángel Fernández Ordóñez; tras su férrea vigilancia, el sistema financiero mandango necesita sólo para tapar el agujero de los activos inmobiliarios algo más de 15.000 mil millones de euros, sin contar los 120.000 millones que estima Moody, si no sobrepasamos la cifra de Japón en cuanto a perdidas por el terremoto, poco nos queda. Y ahí están las prendas, sin que la silla se le despegue del culo ni un milímetro.

Por esa tendencia genética que me viene del norte de Europa, prefiero la lenta y pacífica desintegración de las ideas, a Robert Walser tendido sobre la nieve cerca del manicomio de Herisau, que la ofuscación del político mandango.

1 comentario:

  1. Qué hace Esperanza Aguirre que no le ha quitado todavía el coche oficial. Menuda panda de impresentables.

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